miércoles, 9 de junio de 2010

El puente Ohashi bajo la lluvia


Hace tres días que no para de caer agua. Las damas ricas demuestran lo fácil que es convertir una simple lluvia en un terrible fin del mundo. Los curas buscan encontrar el motivo por el que el todopoderoso los atormenta así. Los caballeros finos intentan acallar su miedo con quejas hacia el sistema de cloacas.
Hiroshige mira el puente, tiene que cruzarlo antes de que el barco se vaya. Desde que tenía doce años trabaja en la carga de mercadería del muelle. No le importa el fin del mundo, ni las cloacas y muchísimo menos dios. Esos temas se charlan con la panza llena. ¿Por qué no les gusta la lluvia a los demás? Si enfría la sangre, calma la cabeza y curte los huesos. Tienen tan pocas preocupaciones. Viven en su burbuja de miedo y terror. ¿Quién quisiera vivir así?
Hiroshige está bien como está. Si no es con sensaciones de dolor ¿cómo nos daríamos cuenta que estamos vivos? Si no es una puntada aguda la que nos retuerce el estomágo o el corazón, ¿Cómo saber que todo no es una mera ilusión?
El dolor es diferente para cada uno de los seres. El cerebro no da una porción mayor de sufrimiento si sabe que no lo soportara el cuerpo. Es todo un mecanismo creado para sentir la realidad. Como la lluvia, la lluvia cae de a pocos trozos de realidad. Si no lloviera, ¿cuánto más secos podrían ser los desiertos? ¿cuantos renacuajos morirían? ¿Cuántos animales perecerían? Las plantas, el oxígeno. La lluvia es un motor para que las damas ricas, los curas y los caballeros finos puedan seguir existiendo, y claro, también para que el pequeño grupo de Hiroshiges vivan. ¿Cómo sabrían sino que son ricos los ricos? Si no tuvieran la vista caída, los pies descalzos de hiroshige, su sudor cayendo para ellos ¿Cómo sabrían que son mejores?
Pero aunque tengan la vista caída, los pies descalzos y el sudor de Hiroshige, nunca sabrán si son mejores a él.

1 comentario:

Anónimo dijo...

re piolaa!