-Los miro con desprecio a todos ustedes, los mas viejos y los mas jóvenes, a los que sienten lastima por mi, una lastima inútil, a los que me observan con asco, con aire de grandeza, soberbios. Podrán estar en un lugar mejor ahora, pero esta noche, cuando el mas profundo de sus subconscientes empiece a trabajar, van a desear haber estado en mi lugar, muriendo, desvaneciéndose. La vergüenza entrará en sus huesos y almas. Caerán rendidos ante su pésimo error, no podrán quitárselo de la mente ¿Quiénes se creen al apropiarse de una vida? ¡Aún muerto seré la plaga más difícil de exterminar! -gritaba John atado entre las pajas secas
-¡COMIENCEN!, este maldito hereje pagara por sus pegados, arderá en el mas calcinante fuego. Y que las brazas terminen el trabajo, así se lleva un recuerdo de este mundo- dictaba el verdugo.
El fuego empezó lento, así ardió. John ya había pasado por cuatro hogueras, dos orcas y tres sillas eléctricas, pero le gustaba despedirse con estilo. La muerte era horrible, pero nunca recordaba cuan horrible hasta que volvía a morir.