sábado, 4 de diciembre de 2010

sábado, 17 de julio de 2010

Mi nombre es Juan.

Mi nombre es Juan, soy asesino...va, si es que se me puede llamar así. Soy único, no como todos esos hipócritas que se dedican a destrozar el arte que es ser un buen homicida. A mi me gusta el aspecto psicológico de la muerte. Ver el pánico en sus caras, ver como el dolor corre a través de sus lágrimas, ver esa falsa esperanza que crean, pensando que vivirán.

Me encanta mi trabajo, trae muchas satisfacciones, sobre todo monetarias.

Un día un anciano entro a mi despacho, le digo despacho al callejón donde espero pacientemente a alguien que precise mis servicios. El hombre se veía apurado y nervioso, como si nunca hubiera hecho algo así. Me dio una foto, en ella estaba una hermosa chica de no más de veinticinco años, rubia, delgada, con la contextura de un ángel. Parecía ser un encargo entretenido.

Me levante temprano al día siguiente, soy puntual para mis citas. Deje el auto unas cuadras alejado. Hacia un frío otoñal agradable, me pone de buen humor pisar las hojas en otoño. Llegue a la dirección que me habia indicado el viejo, era una mansión antigua. Las rejas oxidadas no fueron obstáculo para mí, la puerta trasera tampoco. Al entrar, el hedor a humedad golpeó mi nariz. La casa era bastante grande, estaba llena de rincones oscuros y huecos en el piso. Una manta de polvo cubría delicadamente los muebles, todo parecía abandonado. En un par de días todo eso me seria un recuerdo borroso.

Revise las habitaciones, cada vez que rompía una puerta un espeso olor a hospital salía pesadamente. Esa pestilencia a enfermería que hace que se te comprima el estomago, esa peste a muerte y enfermedades. Ese olor que hace que quieras salir corriendo, que saca las esperanzas, se iba apagando a medida que abría las ventanas. Subí y baje varias veces, todos los cuartos igual, pero faltaba mi victima. A punto de estallar de ira me di cuenta de que no habia revisado un lugar, el sótano.

Baje lentamente mientras el crujir de los escalones me acompañaba. Cada paso mas abajo era un paso más hacia la oscuridad que dominaba el lugar. Al empujar la portilla vi a mi anfitriona, sentada bajo la luz de unas velas me esperaba, lista. Estaba sobre la cama, vestida con un camisón blanco. El magnifico pelo rubio que habia visto en la foto estaba sucio y mojado. No me interesaba saber porqué la joven estaba allí, ni porqué querían matarla, así que empecé con lo mío.

La amarré a la cama y la despoje de su camisón. Ya preparado todo procedí a sacar mi cuchillo preferido, el viejo Tony. Oh si, el viejo Tony, su filo mellado tantas alegrías me habia dado, sabia que él era el perfecto para esta misión, no me iba a defraudar. Corte su rubia cabellera y con precisión quirúrgica tracé incisiones en su cara. Pero no tuve ninguna respuesta.

Las jóvenes son más divertidas porque desarrollan una fascinante histeria a la hora de ser asesinadas. Pero esta no. Ni una lagrima, ni una palabra. Formé un gran tajo en su abdomen, de manera tal que saliera la sangre necesaria para que comenzara a asustarse, pero nada. Me gusta conseguir lo que quiero, así que decidí ponerle ritmo al asunto. Estiré sus piernas, hice dos torniquetes y corte. Corte carne, músculo, hueso. Veía el terror en su rostro, pero no el dolor. No lograba ver su sufrimiento, su pedido por piedad. Ya me estaba cansando, además su maldita sangre estaba manchando mi traje favorito. Decidí acabar con el trabajo.

Le pregunte si tenia un ultimo deseo antes de morir, quería saber mi nombre… Mi nombre es Juan.

Con su último aliento acotó: Quisiera despertar Juan.

Soy un asesino, si es que se me puede llamar así. Nunca maté a nadie, todos despiertan antes de que pueda lograrlo…

martes, 29 de junio de 2010

La Hoguera


-Los miro con desprecio a todos ustedes, los mas viejos y los mas jóvenes, a los que sienten lastima por mi, una lastima inútil, a los que me observan con asco, con aire de grandeza, soberbios. Podrán estar en un lugar mejor ahora, pero esta noche, cuando el mas profundo de sus subconscientes empiece a trabajar, van a desear haber estado en mi lugar, muriendo, desvaneciéndose. La vergüenza entrará en sus huesos y almas. Caerán rendidos ante su pésimo error, no podrán quitárselo de la mente ¿Quiénes se creen al apropiarse de una vida? ¡Aún muerto seré la plaga más difícil de exterminar! -gritaba John atado entre las pajas secas

-¡COMIENCEN!, este maldito hereje pagara por sus pegados, arderá en el mas calcinante fuego. Y que las brazas terminen el trabajo, así se lleva un recuerdo de este mundo- dictaba el verdugo.

El fuego empezó lento, así ardió. John ya había pasado por cuatro hogueras, dos orcas y tres sillas eléctricas, pero le gustaba despedirse con estilo. La muerte era horrible, pero nunca recordaba cuan horrible hasta que volvía a morir.

Hacia tanto tiempo que habia olvidado donde habia nacido ¿habría sido en Turquía? ¿O en la antigua roma? ¿Su madre no era una inglesa de la época colonial? ¿O era una de las miles de esclavas que habia construido las pirámides de Gizeh? Ningún dato se guardaba en su cabeza, ni nombres ni fechas. Todo terminaba siempre igual. Negro, luz, blanco, vacío. Después de cada una de sus muertes, sentía ese vacío. El causante de sus pesadillas, de su miedo. Era lo único a lo que le temía. No entendía cómo ni cuándo y menos porqué pasaba eso, pero ya se habia acostumbrado y casi no le molestaba

jueves, 24 de junio de 2010

SIMÉTRICO (reescrito)


Hace casi 10 años que trabajo en la clínica. Todos los días entran mujeres totalmente hermosas. Se embarcan hacia la sala de operaciones, algunas acostumbradas al corte del bisturí. Y salen, gloriosas. Muy pocas respetan sus facciones, algunas vuelven totalmente diferentes.
Cejas, ojos, nariz, boca.

tantos años creando seres extremadamente perfectos.
Me internaba por días y semanas dentro del hospital y de ahí a la clínica. No dormía mucho, solo lo necesario para no desmayarme en medio de una operación.
Podía modificar todo a mi antojo, crear un lunar donde antes no habia nada, generar pecas, levantar busto, adelgazar caderas, enderezar narices, sacar los años de donde quedaban mal y colocarlos muy disimulados, cosa que no se notaran. Tenía mas poder del que quisiera tener un dios.

Pero el tiempo fue erosionando lentamente mi mente...
al principio las líneas que me indicaban el lugar donde hacer la incisión estaban marcadas en los cuerpos, las punteadas contorneaban hermosos labios rojos, las flechas- de donde partir y donde parar,
puntitos para saber donde cesar.
Todos esos símbolos se fueron grabando en mi cabeza, la cual se acostumbro a verlos, se acostumbro a formar figuras con ellos, y pronto, no hacia falta que dibujara lo que debía hacer, simplemente veía el error y me proponía corregirlo.

Desde ese instante fue que las empecé a ver deformes, ya no eran hermosas.
Tenían millones y millones de pequeños errores en sus rostros, millones de detalles.
Cosas horribles...
Pero lo peor de todo, sus rostros, sus desfigurados rostros...
No eran simétricos.

Y los demás cirujanos no lo notaban.
No VEIAN. Yo veía más allá.
Los demás cirujanos...parecían ajenos.

Me encontré en la sala de operaciones.
De la cual ya no salía, hasta dejarlas IGUALES.

Entonces me di cuenta, entendí como alcanzar la perfección. Y
no se encuentra en una nariz respingada, en una silueta delgada y estilizada.
La perfección de una persona se encuentra en su simetría, que sus brazos sean iguales, que la comisura de su boca tenga el mismo tamaño de los dos lados, que sus cejas estén parejas.

Y así empeoro, ya no permitía ningún error de mi parte...
Y así paso el tiempo.
Hasta ese día.
Entró al consultorio y lo vi, era más espantoso de lo que me imaginaba.
Me tocaba operar a mí.

Nos sentamos, él frente a mí, se veía nervioso.
Por lo poco que escuché, quería corregir su cicatriz...
Tenía la mitad de la cara quemada. Era sin duda, el mayor reto de toda mi carrera profesional


Después de esa charla contaba los días y segundos para la operación.
Ya sabia lo que debía hacer, pasaría a la historia con eso. Lo dejaría tan pulcro que nadie discutiría mi profesionalismo.
Y el tiempo corrió...
23…24…25…
Y llego, el 26 de agosto

nos saludamos, se puso la bata...
entre modestamente al cuarto, ¿ya esta listo?
a las 3:00 empezamos.
En la sala de operaciones estábamos el anestesista, la enfermera y yo, los demás no habia llegado.
Y lo hice. Trabe las puertas y me acerque a la mesa con los bisturís.

En estas situaciones no hay que dejar actuar demasiado la razón, quita los instintos y estorba en la naturaleza del hombre. Atravesé la sala.
Lastimé profundamente al anestesista,
un
dos
tres
cuatro
cinc...deje de contar cuantas veces fueron.


Un
dos puñaladas,
me fue mas fácil deshacerme de la enfermera.

Y quedamos los dos solos, él adormecido, sin sospechar lo que acababa de pasar, y yo, lista.
Tenía todo y nadie nos podía molestar, estábamos encerrados juntos hasta que todo pasara. Hasta que todo pasara nadie podía entrar ni salir.

Fue una de las operaciones más difíciles de mi vida, contando que no disponía de mucho tiempo.
Estuvimos 2 horas.
Deje su rostro tan hermoso, lo mejore.
Era precioso.
Terminada mi obra me aparte para ver,
era el hombre mas perfecto que habia visto, y yo, solamente yo lo habia creado.

Destrabe las puertas, lleve su camilla hasta el cuarto 320.
Y me fui...

su rostro quedo maravilloso,
era mi mejor trabajo...
Habia logrado quemar su piel, para que los dos lados de su cara estuvieran apropiadamente simétricos.

martes, 15 de junio de 2010

El escritor

Prendió un cigarrillo, la computadora era lo único que iluminaba el cuarto. La espalda lo estaba matando y la frustración lo corroía. El espeso humo que salía de su boca se mezclaba con las letras del monitor. Un poeta ¿era poeta realmente? Su inspiración se desvanecía y su musa interior parecía haberse suicidado en el mismo momento que se sentó a escribir. No pretendía dormirse sin haber escrito una obra que fuera excelente, o que por lo menos rozara sus pretensiones. Su cerebro rebuscaba, sus dedos se agitaban sin tocar el teclado, debía crear algo. Las ideas nacían en su boca y caían quebradas y muertas. Su imaginación se apagaba y quedaba en standby. Coloco su cabeza sobre sus manos y esperó. La combinación perfecta de las palabras se paseaba por su paladar pero no salía de él, estaba quieta, pegada.

¿Era poeta realmente?

"Un poeta busca las palabras perfectas
las frases perfectas
las metáforas perfectas
que cada oración sea
un valle en medio
de un desierto, para que
su poema, termine siendo imperfecto"*



*Poema "la perfecta frustración" de Ivo Retacco

miércoles, 9 de junio de 2010

El puente Ohashi bajo la lluvia


Hace tres días que no para de caer agua. Las damas ricas demuestran lo fácil que es convertir una simple lluvia en un terrible fin del mundo. Los curas buscan encontrar el motivo por el que el todopoderoso los atormenta así. Los caballeros finos intentan acallar su miedo con quejas hacia el sistema de cloacas.
Hiroshige mira el puente, tiene que cruzarlo antes de que el barco se vaya. Desde que tenía doce años trabaja en la carga de mercadería del muelle. No le importa el fin del mundo, ni las cloacas y muchísimo menos dios. Esos temas se charlan con la panza llena. ¿Por qué no les gusta la lluvia a los demás? Si enfría la sangre, calma la cabeza y curte los huesos. Tienen tan pocas preocupaciones. Viven en su burbuja de miedo y terror. ¿Quién quisiera vivir así?
Hiroshige está bien como está. Si no es con sensaciones de dolor ¿cómo nos daríamos cuenta que estamos vivos? Si no es una puntada aguda la que nos retuerce el estomágo o el corazón, ¿Cómo saber que todo no es una mera ilusión?
El dolor es diferente para cada uno de los seres. El cerebro no da una porción mayor de sufrimiento si sabe que no lo soportara el cuerpo. Es todo un mecanismo creado para sentir la realidad. Como la lluvia, la lluvia cae de a pocos trozos de realidad. Si no lloviera, ¿cuánto más secos podrían ser los desiertos? ¿cuantos renacuajos morirían? ¿Cuántos animales perecerían? Las plantas, el oxígeno. La lluvia es un motor para que las damas ricas, los curas y los caballeros finos puedan seguir existiendo, y claro, también para que el pequeño grupo de Hiroshiges vivan. ¿Cómo sabrían sino que son ricos los ricos? Si no tuvieran la vista caída, los pies descalzos de hiroshige, su sudor cayendo para ellos ¿Cómo sabrían que son mejores?
Pero aunque tengan la vista caída, los pies descalzos y el sudor de Hiroshige, nunca sabrán si son mejores a él.

sábado, 10 de abril de 2010

Su lobo


Es que nadie entiende lo que se siente la sangre sobre los dedos, su gusto metálico, el crujir de la carne, el olor de la piel de cada persona, la desesperación, el gusto de hacerlo.

Nadie entiende lo que es caminar de noche, brotar de adentro. Y gritar tan fuerte, el bosque oscuro y vacío para mi. Sentir el pelo nacer de mis brazos, piernas, la picazón que eso ocasiona. La vista nublándose y todo blanco y negro...el dolor, la presión de las uñas, la euforia. CORRER, quiero correr, necesito correr, despedazar, atrapar. Es que no me controlo.

Hoy la voy a visitar, por primera y ultima vez. Se baña sobre una piedra, se lava el pelo, la luna muestra tenue los colores de su piel, ese verde musgo, brillante. Su pelo negro. Se ríe sola, ¿Por qué? ¿No se da cuenta? creo que mejore mi técnica de cazador, no me escucha.

Su cola, llena de escamas se mueve suavemente. Eso me tienta, es como carnada. Agazapado, debo esperar, aunque la ansiedad me carcoma los huesos. Solo voy a tener una oportunidad, no debo desperdiciarla. -imagina lo tierna que será su carne-dice mi conciencia…, eso no me ayuda a ser paciente. El corazón me salta, siento nervios en el estomago, un nudo, siento como si mi sangre corriera mas rápido que de costumbre. Me pongo en cuclillas, avanzo suavemente. Un paso, otro paso. Solo se escucha el viento y el agua que mueve ella con sus manos. Hay una bajada bastante empinada hasta el lago, soy cuidadoso. Llego a la roca donde esta. Escucha mi respiración y se da vuelta. Me mira y no se va. Me arrodillo a su lado, la examino. Vacilamos.

La bese y me succiono, se volvió contagiosa. Soñé que trepábamos las rocas, mil olores y cien capullos de flores, acabe llorando en su falda de sirena, con las penas llenas de arena. Me enamoraba cada vez más de sus escamas y frías entrañas... ¿dígame usted si es mi sirenita? ¡MI SIRENITA! Aquí esta su lobo…

Destrozada, ¿Cómo pude? Quería comérmela, era lo que mas ansiaba. Ya lo habia echo y no sentía la menor satisfacción. El todo se limita a este momento. Verla dura quieta como el agua, sintiéndola sin respirar…




http://www.youtube.com/watch?v=KTqzEGuidEo




sábado, 27 de marzo de 2010

lunes, 15 de febrero de 2010